En el fondo, no se ama ni se habla ni se escribe para convencer a nadie de nada, sino para convencerse uno a sí mismo...
"Nubosidad variable" Carmen Martín Gaite
"Lúcida, inmóvil, desierta, la conciencia está entre paredes; se perpetúa. Nadie la habita ya. Todavía hace un instante alguien decía yo, alguien decía mi conciencia. ¿Quién? Afuera había calles parlantes, con colores y olores desconocidos. Quedan paredes anónimas, una conciencia anónima. Esto es lo que hay: paredes y entre las paredes, una pequeña transparencia viviente e impersonal. La conciencia existe como un árbol, como una brizna de hierba. Dormita, se aburre. La pueblan pequeñas existencias fugitivas, como pájaros en las ramas. La pueblan y desaparecen. Conciencia olvidada, abandonada entre estas paredes, bajo el cielo gris. Y éste es el sentido de su existencia: que es conciencia de estar de más. Se diluye, se desparrama, trata de perderse sobre la pared parva, a lo largo del farol o allá en el humo del atardecer.
Platón, en el Banquete, explica que los seres humanos, en sus inicios, eran hombre y mujer a la vez. Los dioses, celosos de su felicidad, los separaron y, a veces, se vuelven a encontrar un hombre i una mujer que habían formado parte del mismo ser. Entonces sucede lo que llamamos un gran amor. Quizá sucede lo mismo con las palabras. Cuando un verso alcanza a decirnos lo que parecía inefable, es que les palabras han ocupado un lugar que ya habían tenido en la edad de oro de los lenguajes, desde donde comenzaron a ser desplazadas en episodios com el de Babel, en el inicio de una larga destrucción que culminaría en los diccionarios, las academias i otras miserias. A la poesía le ha tocado ejercer la nostalgia por aquella eda de oro en una infinita tentativa para recuperar el sentido i la fuerza de las palabras. La poesía no trataría, pues, de la construcción de espacios de la lengua que nunca hayan existido, sino que en el milagro probabilístico de un poema estaría la reproducción de un orden perdido. En estas circunstancias, el lector de poesía tiene más a ver -haciendo un paralelismo con la música- con el intérprete que con quienes han de limitarse a escuchar un concierto. Por esto hay tan pocos lectores de poesía, y por esto son tan fieles. Quienes han hecho el esfuerzo de aprender a interpretar un poema, de aprender a escuchar el orden fundamental de las palabras, han accedido a un mundo al cual difícilmente renunciarán. Toda esta platónica historia es, claro está, una fábula (como aquella música previa de Cernuda o Cioran). Pero reconozco que, para mí, las cosas alrededor de la poesía ocurren como si no lo fuese
Hay un jardín; tras la ventana hay un jardín. Y yo no quiero. Hay un jardín y yo estoy aquí, con mi gato, la mano llena de pelos del gato grande y granate que se llama Escarabajo, que viene y se va como los recuerdos y que deja en casa un rastro de uñas oscuras y prendidas. Yo hablaba del jardín; digo que hay un jardín ahí, tras el cristal. Digo que alguien toca desde alguna parte, porque yo escucho viento de música, y tengo miedo de pensar en quién puede querer pasar frío ahora fuera. Todo comenzó cuando Rotgen murió. Yo no lo sabía, nadie lo sabía aún, pero la noche en que le descubrimos balanceándose desde el techo sobre el olor a fuego y cera quemada se firmó la oscuridad para nosotros y un eterno temor a hablar de violoncelos. Luego fueron los niños: los ocho niños de la escuelita roja y blanca donde yo enseñaba. La pequeña, tan vivaz, la rubita del vestido azul que se doblaba con gracia cada vez que recogía algo del suelo. Ahora, a veces, juega en el jardín, y ella y sus amigos aún muestran las marcas de viruela que les hizo pasar al otro lado. Yo no entiendo. No sé por qué viene aquí, precisamente, a jugar a mi casa. No sé muchas cosas. No quiero pensar. Tampoco quiere Escarabajo y recorre inquieto la sala si yo le encierro, en lugar de ronronear con los ojos cerrados en su cesta. Györg es mi hermano y está perdido. Daba vueltas como un animal enjaulado y al fin esta mañana, después de desayunar, dijo, yo salgo. Yo le hice jurar, de acuerdo, no me acercaré al jardín, Andrea, pero si me hubiese obedecido la comida no se hubiese enfriado sobre la mesa. ¡Chist! No, no es nada. Creí oír el violoncelo. No, no es nada. Será el gato; o el viento. Cuando los mejores tiempos imperaban no se oía nada nunca, y mi hermano decía qué silenciosa, qué aburrida es Tiselder, sin un pájaro que se acerque a despertarnos. Entonces no nos dimos cuenta de que aquellos eran los buenos tiempos. Yo señalaba Checoslovaquia cada mañana en la pizarra ante los niños, él se ocupaba de sus arriates, no crees que hace demasiado calor para ser Junio, ah, Györg, los meses se equivocan como nos equivocamos todos, y Rotgen me esperaba y me acompañaba a casa cada tarde, a distancia, cortésmente, hasta que franqueé el portón de Tiselder y me llevó, vestida de negro y con un velo blanco y un ramo de azahar, a su casa. Los niños están ahí de nuevo. Giran con los pies descalzos sobre la nieve, y hacen muecas. Creo distinguir, aunque aún es pronto, la silueta desgarbada de Györg. Llamo en voz alta, Escarabajo, dónde estás, ven, toma, Escarabajo. Escarabajo, serpientes, Escarabajo. Mi gato tiene miedo a las culebras, y es suficientemente tonto como para no saber que en invierno no quedan serpientes. Nuestro matrimonio se acabó la tercera vez que se alzaron nuestras voces y Rotgen se encaró a la ventana, yo le volví la espalda y nada más. Él pasaba las tardes descifrando partituras con el monstruo de madera, y yo llorando y golpeándole si su mano rozaba mi hombro. Entonces regresé a Tiselder, abracé a mi hermano, que tenía las manos llenas de tierra, y me tumbé en mi cama de soltera. Volví a la escuela, e incluso quise evitar la expresión dolida de Rotgen cuando me negaba a llevar hacia él la vista. Mi hermano Györg, el niño que había crecido demasiado deprisa y daba la impresión de no saber qué hacer aún con sus piernas de potrillo, se movía entre nosotros como un pez desorientado. Rotgen hablaba mucho con él; Györg recortaba los setos, plantaba las caléndulas que le tendía y le miraba con sus incomprensibles ojos ovalados. Györg, le llamo, como llamaba antes a Escarabajo. Entra, Györg, la sopa se enfría; pero Györg se mezcla cada vez mas claramente con los niños del jardín, y ya nadie comerá la sopa. Cuando descubrimos a Rotgen yo tuve que volver de nuevo la vista para no encontrar que era él el de la sombra oscilante sobre las velas que llenaban el suelo. Lloré más tarde, y me vestí de luto, pero no me lo devolvieron. Hubiera podido llorar y golpear con puños y pies contra la puerta, pero no me lo hubieran devuelto. Él se balanceaba de una cuerda en aquella habitación y yo no quise mirarle ni recoger el violoncelo abandonado. Es curioso, pensé que él había dejado atrás al monstruo de madera, y sin embargo, jamás pensé en que yo me hubiera, siquiera por un instante, alejado de él. Si al menos supiera en quién debo pensar, todo sería más fácil. Las cosas pierden su ser, y mi jardín no es ya el jardín de Györg, sino un sitio de hierba verde puesta de pie entre la nieve, con búcaros vacíos y flores un poco mustias, donde hay ocho o nueve niños muertos con marcas en la cara, y un muchacho larguirucho con aspecto ausente, y un gato granate y gordo, y un violoncelo oculto que estalla sus notas al pie de las escaleras. Sólo tengo que abrir la ventana al aire frío de invierno y dar unos pasos y también verán, se verá, quién sabe, un vestido de dueña ojerosa, una trenza larga que se volverá al oírse llamar Andrea. Apenas recuerdo ya lo que era antes. La monotonía dulce de madrugar para tostar pan blanco y untarlo con mantequilla y la mermelada favorita de Györg, la de rosas. En verdad, es duro tener que dejar la vida. Lo siento. El violoncelo, ahora sí, llama de nuevo. No sé si llegué a sentirlo alguna vez. No sé si siento. Me arrepiento del castigo, no de mi manera de obrar. No sé, no sé ni qué resortes pudo invertir Rotgen ni qué pecado debo purgar para tener el jardín lleno de figuras que gesticulan y forman corro, y de nieve azulada por la llegada de la tarde. Marido, escuela, gato, hermano. Palabras sencillas. Me duele, me duele el recuerdo. No sé. Tal vez todo sea mentira, tal vez no sienta nada y quiera justificar el acre olor que me viene a la garganta al oír música en el jardín, como antes. Györg tarda y el gato se ha escapado. Saldré a buscarles y a decir a los niños que no jueguen cerca de los semilleros que plantamos la última vez. O no.
Me ocurres por amor, en Buenos Aires precisamente y a la edad oscura en que uno desconfía porque ha visto garabatear pizarras a la muerte, y acumula nociones de naufragio, coraje en naftalina, días rotos, dolor en pañuelitos y quién sabe.
Tómala, recupera entre tus párpados tanta dura invención como mis ojos quemaron, tanta oscuridad inútil, y disuélvela con la luz que tienes para que pueda yo por fin cubrirme de tu salud, no conocer reparo más que tu permanencia defendiéndome.
Ambulo entre manías y escaleras y de pronto me ocupas, desbaratas peligros, soledad, desasosiego, promueves hábito de la alegría y desanudas inocentemente hilos de tal desorden compartido que yo me empiezo y canto porque estás.
Pero si me acabara de improviso te dejo inolvidable testimonio, es decir, en el aire y en papeles, nuestra privada suavidad, la ilesa manera de integrarnos, eso es todo, porque de veras ya no tengo nada más que la intimidad que nos ocurre.
Me gustan los chistes, pero no todos, y ademas soy malisima para contarlos, empiezo por el final, mezclo uno con oto, es decir no provoco nunca ni una leve sonrisa. Cuando me piden que cuente uno, nunca me acuerdo de ninguno, asi que siempre cuento el mismo: va un caracol y..... zassssss, derrapa.
Actor y director de cine francés, quizás el cómico galo más peculiar desde Max Linder. Su verdadero nombre era Jacques Tatischeff; nació cerca de París, en el seno de una familia de aristócratas rusos emigrados, recibió una esmerada educación, y destacó en los deportes, sobre todo en el rugby y en el fútbol, capacidad atlética que le fue muy útil en los comienzos de su carrera en cabarets y teatros de variedades. En 1946 Tati fue elegido por Claude Autant-Lara para el papel protagonista de Sylvie et les fantômes. Su siguiente película con este director, L'École des facteurs (1947), anticipa su conocida Día de fiesta (1949), dirigida por él, que reveló sus grandes dotes de observación y su talento cómico. Como Linder, describe un mundo de clase media, pero el de Tati es un lugar en el que la dignidad del individuo está amenazada por la mecanización. En Las vacaciones de Monsieur Hulot (1953) y en Mi tío (1958), también dirigidas por él, su alter ego Monsieur Hulot nunca es responsable de las consecuencias de sus actos: simpático y bohemio, afronta los ataques de la despersonalización de la vida bohemia con una desconcertante perplejidad. Después de Mi tío, Tati sólo dirigió tres películas más: Playtime (1967), Tráfico (1970) y Zafarrancho en el circo (1974), que recibió el Gran Premio del cine francés. Tati era un perfeccionista estricto y exacto, por lo que tardaba varios años para acabar cada una de sus películas. Al final de su vida, con ciertas dificultades económicas, sus intentos de adaptar su querido personaje de Hulot al ambiente más áspero de finales del siglo XX no tuvo éxito. En 1979, Tati recibió el Gran Premio Nacional de las Artes y las Letras del gobierno francés.
Hoy tenia añoranza por ver alguna de sus peliculas.
Las largas amistades. Las amistades densas trabajadas como el cuero y la roca. Con lentitud. Asiduas o distantes. Con pausas de violencia o mansedumbre elemental.
Importa esa extraña lealtad la limpia cepa de moderada luz la fe certera y esa forma de amor apaciguado que busca perdurar y lo consigue.
Pocas veces abarcan el tiempo que la vida concede a nuestra sombra para abarcar el mundo. Pero las amistades fundadas verdaderas atraviesan la muerte con natural certeza sin dudar que los rostros los nombres las edades que fueron avanzando devastando no tienen validez en la serena continuidad de puente a veces sumergido que las profundas largas amistades extienden con el ritmo del sol o el arco iris.
Tengo ganas de gritar.... gritar de que cielo me hablan si esto es un infierno, gritar dejemos de mirarnos el ombligo, gritar de que mierda te quejas si hay gente que realmente esta sufriendo.
El video que viene a continuacion es la historia de Derek, un chico de 11 años enfermo de neuroblastoma , y de su madre Cindy. Un año de su vida fotografiado por Renée C. Bayer.
Cálidas tardes de verano. Ventanas abiertas. Lámparas encendidas. Fruta en la mesa. Y tu cabeza sobre mi hombro. Este momento es el más feliz del día.
Por supuesto que cercano a las tempranas horas de la madrugada. Y a la hora justo antes del almuerzo. Y a la tarde, e incluso a las horas de la tarde. Pero en verdad amo estas noches de verano. Pienso que incluso más que otros momento. El trabajo ha terminado por hoy. No hay nadie que pueda alcanzarnos ahora. Ni nunca.
Me asombra cada dia mas esta televison que tenemos, que alimentamos y que nos tragamos. Mientras que, programas relacionados con descubrir con quien se acuesta fulanito y cual es la condicion sexual de fulanita de tal , muerta ya hace años, se emiten en franjas de horarios de maxima audiencia, resulta que peliculas como Cowboy de medianoche, son emitidas en horarios golfos. Visto esto voy a dormir hasta las dos de la madrugada y levantarme a golfear con peliculas como esta. Mientras voy cantando con los labios sellados canciones que dicen :
Todo el mundo me está hablando No oigo ni una palabra de lo que me dicen Sólo los ecos de mi mente
La gente se detiene y mira fijamente No puedo verles las caras Sólo las sombras de sus ojos
Me voy donde el sol sigue brillando A través de la lluvia Me voy a donde el clima Le va bien a mi ropa Ladeando con los vientos del Nordeste Navegando sobre una brisa veraniega Saltando por el océano como una tormenta
Todo el mundo me está hablando No oigo ni una palabra de lo que me dicen Sólo los ecos de mi mente
No dejaré que dejes atrás a Mi amor No, no dejaré que dejes atrás a No dejaré que dejes atrás a Mi amor
Esta tradición, que une la rosa como símbolo del amor con el libro como símbolo de la cultura, ha convertido el 23 de abril en una celebración alegre y participativa que llena calles y plazas de paradas de libros y flores. Es una jornada para pasear y gozar del espectáculo de ver las calles convertidas en librerías al aire libre.
Cataluña ha exportado esta tradición del libro y la rosa al resto del mundo. En 1995, la Unesco adoptó el 23 de abril como Día Mundial del Libro y de los Derechos de Autor. En palabras de su director general, Koichiro Matsuura, la edición de este año constituye una nueva ocasión para que los responsables políticos, los agentes económicos y los miembros de la sociedad civil honoren este instrumento de expresión, educación y comunicación.
Como estamos lejos , os dejo esto :
. ............................................................... clica en ella
A todos aquellos que han llevado a la cirugia estetica a la condicion de Reality Show les dejo esto.
"- No olvide que no sólo Sócrates era feísimo, sino que muchas amantes famosas tampoco destacaban por su perfección corporal. El racismo estético es casi siempre una manifestación de inexperiencia. Los que no han penetrado excesivamente en el mundo de los placeres amorosos, sólo pueden juzgar a las mujeres por lo que ven. Pero los que de verdad las conocen saben que los ojos sólo pueden comunicar una mínima fracción de lo que una mujer puede brindarnos." La despedida. Milan Kundera